Fotos, fotos, fotos, cuantas más mejor.
Paparazzi

Parecía una de tantas mañanas, de otras mañanas repetidas, los mismos gestos, el mismo protocolo que se sucedía día tras día como un ritual invariable, levantarse, el paseo por el aseo, la cita conmigo en el cojín de siempre, la fotografía del Maestro, el cuadro de Yoga Devi, el olor de la varita de sándalo que llenaba la estancia con reminiscencias de otros lugares que había hecho míos.

Miraba al hombre de la fotografía, hombre, al fin y al cabo, quería cerrar los ojos después de sentarme con las piernas cruzadas, pero esta mañana no podía, la mirada de la fotografía me hacía sentirme observado, me inquietaba como si nada pudiera ocultarse a aquella mirada impresa en papel fotográfico, pensé que eran tonterías, al fin y al cabo, solo era papel.

Acomodé mi osamenta lo mejor que pude ya que el paso del tiempo había ido mellando y dejando su huella en una espalda que prefería tener una pared en la que apoyarse, lo de las piernas cruzadas tenía también su “aquel” hasta que conseguía que rodillas y caderas me permitieran ignorarlas, tenía los útiles a mano, el vaso con el agua a bendecir, el rosario tantas veces transitado y al que durante mucho tiempo califiqué como de “competición” (no sé por qué).

Junté las manos delante del pecho y comencé a repetir mentalmente la  fórmula mántrica : “Om namaha Sri……., pero algo me impedía continuar, sentía que era observado, sentía una presencia en aquel instante en el que supuestamente estaba solo y abrí los ojos, me encontré con los suyos (los de la foto) que me miraban como miran las fotos, te muevas hacia donde te muevas parece que te siguen, que te siguen mirando, pensé en darle la vuelta a la foto aún y cuando sintiera que era un poco irreverente, extendí un brazo para mover la foto y sus ojos miraban la mano que se acercaba, me quedé helado, disimulando retiré la mano y las intenciones. No sabía que hacer, tenía el tiempo justo para la “Práctica” antes de irme a trabajar. Nuevamente cerré los ojos con la intención de ignorar y alejar los fantasmas y pensé “tengo que dejar de tomar café”.

Volví a cerrar los ojos y la mirada seguía observándome, ahora la tenía dentro, ya no era solo la mirada, también la imagen completa cogió cuerpo, presencia y vida en mi interior, no sé de qué parte de mí surgió una vocecilla que decía: “déjame hacer la práctica ¡¡Hombre!!, ¿no te puedes conformar con ser solo “foto?”, bastante complicada es mi vida como para que además tu foto o lo que seas me inquiete, y hete aquí que la foto va y me contesta.

“ Mira amigo, llevo muchos años, aún antes de que me hicieran (foto), observándote, realmente estoy contigo desde el principio, en todos estos tiempos he tenido apariencias diferentes aunque fueras siempre el mismo, me he contenido intemporalmente porque aunque yo hubiera querido no me hubieras podido-sabido escuchar, tenías mucho ruido dentro, ahora parece que es diferente, y lo que te tengo que decir es que lo que hacías conmigo como foto, es lo mismo que has hecho con todo, una foto, una imagen congelada y sin vida, más bien un recuerdo. Has vivido rodeado de presencias que no tenían más vida que el recuerdo que evocaban. Sobre todo te hacías una idea aproximada, sobre todo llegabas a conclusiones que pudieras enmarcar detrás de un cristal, pero la vida de reportero-congelador de vivencias ha tocado a su fin, el tiempo de padecer torturado por las imágenes que aún y haciéndote sentir mal has venerado, como un rastro amargo que justifique en ti lo mucho que sufres, ha terminado.

Pensaste que lo de desarrollar la consciencia era sacar fotos, fotos del yo, yo humilde, yo servicial, yo triste, yo me como el mundo, yo comido por el mundo. Fotos, fotos, fotos, cuantas más mejor, cuantas más fotos más consciente, como los cromos de una colección inacabable, pero cada foto mataba, perpetuaba algo que no era más que un detalle, una circunstancia en la que el hecho de inmortalizarla por un lado, en el reverso, en el otro, te mantenía confinado a toda tu galería de situaciones impidiéndote cualquier otro paisaje, horizonte o realidad.

Es cierto que has intentado ser “buena gente”, servicial, comprensivo, como una especie de “puesta en escena” para salir favorecido en la foto, pero en ese álbum que arrastras hay más fotos, muchas más fotos, están esas de cuando te has roto, alguna con cara de suicida, otras con tus más queridas adicciones, también esa serie de fotos parecidas en las que estás pequeño, arrugado y con cara de circunstancia al lado de un tipo inmenso que creo que debe ser tu primo el miedo, ¡¡ah!!, también con el orgullo oculto, algunas de rabioso, celoso, pedante, intelectual, vanidoso, vengativo, cruel, vamos, que tienes fotos de todo.

Yo solo te quiero decir que ha llegado tu momento, he venido a buscarte, coge las cosas que necesites y sígueme”.

Me levanté a duras penas, despertando unas piernas dormidas, estirando unos riñones encogidos. Preparé una bolsa con dos cosas, descubrí a un lado una cámara Polaroid y un álbum inmenso de fotos y cuando fui a cogerlos para meterlos en la bolsa Él me dijo: “Eso no lo cojas, ya no te hace falta”.

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