Perdón
El perdón se manifiesta como un estado pasivo que llamamos felicidad. Surge cuando desaparecen el rencor, el resentimiento, el odio o la rabia. No olvidar el miedo que subyace debajo de todo.  

El Perdón artificial

En el ámbito espiritual y religioso, la palabra “perdonar” resuena con frecuencia. Aunque se nos insta a perdonar añadiendo perfume en forma de alegría o felicidad sin pasar por la ducha, la trampa reside en asumir que la paz emocional debe ser constante.  La noción simplista de que perdonar es bueno y no perdonar es malo debe ceder ante la comprensión de que vivimos una vida real y en ocasiones cruda. Hay ocasiones en las que podemos necesitar poner distancia con otros seres o circunstancias para no salir perjudicados. Aunque ello suponga convivir temporalmente con esa desagradable sensación que llamamos odio o rencor.

El Rencor patológico:

Cuando nos sumergimos en el análisis de emociones con mala reputación, como el rencor, es frecuente encontrarnos con la idea de rencores estancados que no guardan coherencia con la realidad actual. En muchos casos, resulta innegable que el rencor puede carecer de una función saludable. Así como podemos experimentar cariño, miedo, euforia o tristeza de manera enfermiza, el rencor no difiere en este aspecto. Existen situaciones en las cuales esta emoción puede dejar de ser necesaria y beneficiosa. En cuyo caso necesitaremos de la debida auto-escucha y la voluntad necesarias para deshacernos gradualmente de esta carga. No obstante hay ocasiones en las que este rencor esta cumpliendo una función necesaria y debemos preguntarnos cual es el camino que me está aconsejando.

Las Emociones y la Realidad Humana

Los seres humanos, lejos de ser ideales, somos reales e imperfectos. Nos enfrentamos a situaciones complejas que demandan herramientas emocionales. En su origen, las emociones son neutras, y es esencial emplearlas con la suficiente flexibilidad. Es aquí donde nuesrtros esquemas mentales, nuestra filosofía de la vida tiene una importante repercusión a la hora de sentir y hacer con destreza.

Considerando que todas las emociones, en su raíz, son estados de sufrimiento, se hace necesario discernir entre lo agradable y lo desagradable, así como entre lo adecuado e inadecuado. Cada emoción alberga un propósito intrínseco y cumple una función específica. En este contexto, la clave radica en aprender a hacer un uso adecuado de ellas.

El Camino Espiritual y la Libertad

En el camino espiritual, nos enfrentamos a desafíos diversos, desde lidiar con un jefe, pareja, hijos o padres problemáticos. Nuestra mecánica conductual, emocional y psicológica puede convertirse en una cárcel si no aprendemos a sintonizar con las leyes universales que rigen los diversos planos de “La realidad”, concebidos como los cuerpos de Dios. Ajustar nuestra diversidad de emociones a esta realidad se denomina cordura (Dharma), mientras que apartarnos de ella podría considerarse como un acto de locura emocional (Karma). 

Controlar el ego no significa reprimir. Al igual que controlar un coche no significa dejarlo metido en el garaje de por vida. Controlar el ego significa dirigirlo, frenar, acelerar, subir o bajar en función de la carretera que encuentre en mi camino.

El Perdón está condicionado

El perdón se manifiesta como un estado pasivo que llamamos felicidad. Surge cuando desaparecen estados emocionales como el rencor, el resentimiento, el odio y la rabia. Sin olvidar el miedo a que se vuelva a repetir el sufrimiento, que subyace debajo de todo.  

Como me decía un paciente: “Yo no pido mucho, solo quiero estar bien”. Todos anhelamos la paz, pero en en muchos casos, la imposición del perdón resulta forzada y carece de sentido cuando las causas objetivas que generan el conflicto emocional persisten. En estos casos, recuperar la paz requiere organizarse y realizar un trabajo con estas circunstancias objetivas.

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